Para Marianita
Querida hija:
Esta es mi oportunidad para conversar contigo, espero hacerte llegar buenas nuevas diciéndote y contándote cuanto te amo. Estoy muy orgullosa de todos los logros que humildemente has obtenido. Sinceramente, más no podemos pedirte. Ya has dado todo, absolutamente todo lo esperado por mi piel. Realmente, más por ti ya no podemos hacer, porque ya no hay más nada que hacer, tú ya lo has hecho todo y muy muy bien. Dios está contento contigo. Eres una niña feliz y dispuesta. Siempre has estado atenta a nuestros maternales pedidos. La tierra agradece todo el trabajo honesto que en ella has puesto, toda tu devoción cristiana, toda tu iluminación budista, toda tu firmeza chamánica. En la conjunción de todas las variables alimentadas, aún ya no queda más nada que recordarte que siempre alguien te está observando. Todos tenemos guardianes, uno a uno nos estamos cuidando, protegiendo y amando. Descubro en ti todo lo bueno que vio en mí. En el silencio interior, el sonido del viento exterior no pega la vuelta para inundarse en él sino que asciende en un torbellino de amor consciente y evolucionado comprendiendo que has respetado el libre albedrío lo más que has podido dada las claras circunstancias del planeta en el cual esta misión aqueja. Por lo tanto, a partir de este momento te liberamos del peso y la presión de traernos a este juego. Finalmente la era del dolor ha sucumbido ante el amor desplegado en peso. Nosotros hemos salidos ilesos. No más temores, ni apremios. El tiempo finalmente es nuestro. M.M.
No hay comentarios:
Publicar un comentario